domingo, 11 de septiembre de 2016

3 pasos fuera de una estación de metro en CDMX

1
en esta ciudad llueve desespera(nza)damente
todos los días exactamente a las 6 de la tarde
cómo un reloj coordinado, incluso más prolijo
que el campanario de la catedral
una copiosa bestia de agua desciende
haciendo saltar las fuentes, recordando a sus habitantes
que esto antes era un lago inmenso y tortuoso.

México es un noble milagro de la lluvia durante
casi 3 meses, en ese tiempo el metro se convierte
en esos hormigueros con los que jugábamos a ser dios
tirando vasos de agua directo a sus cúpulas.

Se enfrenta este llanto con tiempo, precisión y cerveza
palta, pan, charlas y arroz,
debajo de techitos de chapa con mates injertados
en medio del árbol cultural del espacio sobrepoblado
tantas gotas de agua como habitantes hieren la superficie terrestre
mientras cientos de parejas no dejan de besarse
en los transportes y en las paradas. Como si no existiese la
terrible división entre espacios privados y públicos
como si la desesperación fuera mas fuerte
como si ellos también quisieran llover.

2
México es terrible, todos sus movimientos buscan
esconder su soledad y aplacar una violencia acumulada.
De un polo a otro se mueven esos sujetos
vendedores ambulantes, carros de tacos, olor a frito, relojes,
cables para celular, anteojos, miradas perdidas, son
tan disruptivos como el sol por entre el smog y las montañas.

3
No conozco la soledad de Tokio
pero la soledad de mexico casi siempre
entra justo entre dos vueltas de sirena
de la policía a la 1 de la mañana, apoyando su cara
junto al frio vidrio de un 3° piso.

casas bajas como la esperanza de los terribles.

En la primera está la tierra como un prado lleno de animales
solitarios y desvariados
y en la segunda se avecina el vacío demodé

en el medio no queda nada
ni siquiera a quien persigan corre ya,
sabe tan bien como yo
que no conoce la soledad de México

pero sabe bien que cabe entre dos vueltas de la sirena.

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